En el mundo aduanal, donde cada documento cuenta y un error puede costarte más que un contenedor lleno de errores tipográficos, hay un elemento que parece invisible, pero sin él ninguna importación o exportación se mueve un centímetro legalmente: el código arancelario.
Tabla de contenidos
No es solo un número. Es tu pasaporte legal.
El código arancelario —también llamado fracción arancelaria o clasificación arancelaria— es la llave maestra que abre o cierra puertas en la aduana. Se trata de un número estructurado de 8 dígitos (en México, bajo la TIGIE) que identifica de manera precisa qué tipo de mercancía estás moviendo. ¿Es un componente electrónico? ¿Un textil industrial? ¿Un alimento procesado? La aduana no lo adivina: lo exige.
Ese número determina:
-
Cuánto vas a pagar de impuestos (aranceles).
-
Si necesitas un permiso, NOM, COFEPRIS, SADER, etc.
-
Qué tratados internacionales aplican (si hay o no arancel preferencial).
-
Qué restricciones, regulaciones o beneficios aduaneros se activan.
¿Y de dónde viene ese código?
La columna vertebral de este sistema es el Sistema Armonizado (SA), una nomenclatura internacional creada por la Organización Mundial de Aduanas (OMA), donde más de 200 países hablan el mismo idioma numérico.
México adapta este sistema a través de la TIGIE (Tarifa de la Ley de los Impuestos Generales de Importación y Exportación), publicada por la Secretaría de Economía. Aquí, cada producto tiene una fracción arancelaria de 8 dígitos, y a partir de 2020 se incorporó la Décima Enmienda del Sistema Armonizado, junto con los NICO (Número de Identificación Comercial), que afinan la descripción hasta el nivel del código postal del producto, por así decirlo.
No se vale adivinar: ¿qué pasa si clasificas mal?
Asignar mal un código arancelario puede provocar:
-
Requerimientos legales o multas.
-
Demoras en despacho aduanal.
-
Pérdida de beneficios arancelarios.
-
En casos graves: embargos o abandono de mercancía.
Es como poner gasolina diésel a un coche de alto rendimiento: parece que funciona, pero tarde o temprano, explota.
¿Quién clasifica? ¿Y con qué criterio?
La responsabilidad primaria recae en el importador o exportador, aunque se delega muchas veces al agente aduanal. Pero ojo: la autoridad (SAT/aduana) puede revisar y reclasificar si considera que hay errores o simulaciones.
La clasificación se hace con base en:
-
El uso y función de la mercancía.
-
Su composición (materiales).
-
Su grado de elaboración.
-
Las reglas generales y complementarias de la TIGIE.
El código arancelario no es solo un trámite más, es el punto de partida para cumplir con la ley y optimizar costos en operaciones de comercio exterior. Sin él, el comercio se vuelve un juego de adivinanzas.
Con él, se transforma en una estrategia bien diseñada.
En Azafra, asesoramos para que cada mercancía tenga el código correcto, los permisos en regla y las oportunidades comerciales bien aprovechadas. Porque en comercio exterior, la diferencia entre pagar de más o lograr una operación eficiente… empieza con un número.